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De satélites, internet y la salvación de la fauna

A estas alturas, no debería ser sorpresa para nadie que nuestro estilo de vida ha puesto en peligro a muchas especies del reino animal. Quizás hasta un punto en el cual no solamente el cuidado de los ecosistemas —principalmente los protegidos—, sustentado en regulaciones eficientes y el fomento de prácticas proambientales, es suficiente. Lo que ha dado pie a la gestión de un proyecto de involucramiento multinacional bautizado como ICARUS —acrónimo de Cooperación Internacional para la Investigación Animal vía el Uso Espacial, en inglés—, el cual contempla el aprovechamiento de la Estación Espacial Internacional para el rastreo de la vida silvestre.

Actualmente, una gran antena y equipo instalado por astronautas rusos está siendo probado y se contempla que comience operaciones durante el verano de 2020. Se espera que esta tecnología supere a las anteriores, ubicando tanto la locación de ciertas especies como el estado de su medioambiente. Esta información no solamente ayudará a científicos, sino a activistas interesados en el monitoreo de especies en peligro de extinción, proveyendo información más precisa del bienestar ecosistémico. Se prevé que este proyecto ayude a rastrear desde parvadas hasta el movimiento de insectos, posibilitando una reacción más rápida ante los impactos del cambio climático.

Ícaro (la traducción hispana de Icarus) hace referencia a la mitología griega. Alude al hijo del arquitecto Dédalo, constructor del laberinto de Creta. Ambos estaban secuestrados en la isla homónima por el rey Minos y buscaron la manera de escapar. Para ello, Dédalo diseñó unas alas de plumas para ambos, con la intención de fugarse volando a través del mar. La invención consistía en un enruedo de hilos y cera que la volvían susceptible tanto al agua como al sol, por lo que resultaba imprescindible que se utilizara a una distancia óptima. Sin embargo, Ícaro voló cerca del sol, lo cual derritió la cera que unía las plumas de sus alas, abatiéndolo en medio del mar. Lo que resta es esperar que el nombre no se convierta en destino, como también se pensaba en aquel entonces, y sea un proyecto que proteja a la incontable vida de este planeta desde el otro lado del cielo.

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