Todos sabemos que las palabras construyen o destruyen según sean aplicadas. Las frases y las oraciones tienen bases y cimientos que generan reacciones en el cerebro, construyendo cargas semánticas, valores y realidades sociales.
Existe un científico dedicado a la comunicación política, llamado George Lakoff, que desarrolló una teoría referente a como las palabras construyen marcos mentales que pueden significar mucho a los ciudadanos. Según Lakoff, en comunicación política replicar las metáforas del adversario es caer en su terreno; es defender su postura y sus valores; es darle publicidad y marcarle la agenda inconscientemente. Esto es algo muy poderoso que ha construido Andrés Manuel López Obrador desde los años noventa; sus metáforas de la mano, con el control diario de los medios de comunicación, martillean en la cabeza de miles de mexicanos. Palabras y frases como “neoliberales”, “conservadores”, “fifís”, “mafia del poder”, “al diablo las instituciones”, “chachalaca” y “me canso ganso”, entre otras, son unos cuantos ejemplos de imágenes que ha posicionado en el vocabulario de la gente.
Sumado a esto, repetir que no tiene oposición es generar una espiral triunfalista a su gobierno; pero, ¿no hay oposición?
¿Y los ocho de los diez gobernadores mejor evaluados, que son de un partido político diferente al presidente?
¿Y los miles de ciudadanos que piden al Gobierno de México esclarecer los contagios y muertes por COVID 19?
¿Y los 65 millones de personas, dentro de los 90 millones del padrón electoral, que no votaron por él?
¿Y los partidos políticos, con sus presupuestos y sus estructuras (débiles o no)?
¿Y, sobre todo, la realidad del país?
Una realidad donde la delincuencia organizada sigue desatada; tan sólo basta con darse una vuelta a Guanajuato, donde los homicidios dolosos siguen al alza: junio, por ejemplo, tuvo un promedio de 80 homicidios diarios, siendo el cuarto mes más violento del 2020. Una realidad con nulo y rojo crecimiento económico en el segundo trimestre del año, y una caída histórica en la generación de empleo (al mes de mayo, se habían perdido más de un millón de empleos formales). Una realidad donde 35.7% de la población no tiene acceso a la canasta básica y parece haber nula obra pública: basta con recorrer las carreteras federales para ver en qué estado se encuentran. Por si fuera poco, los feminicidios también continúan al alza (en lo que van del año, se han registrado 244) y la centralización de los recursos del Gobierno es ya un hecho (80% del presupuesto de egresos se destina al gobierno central, 17% a los estados y solamente el 3% termina en los municipios). Por ello, la inestabilidad actual de los gobiernos estatales: mientras algunos demandan reformar el pacto federal para salirse, otros solamente piden ser rescatados de la gran crisis económica del 2020. Todo esto sin sumarle la crisis sanitaria.
Por eso, urge a la oposición crear su propio marco mental: su propio discurso. Urge crear un propio vocabulario que haga diferencia a la comunicación del presidente; un discurso que una a las familias, defienda el empleo, fortalezca el sector salud, dé paz en los hogares de México, proteja la economía, defienda el trabajo del pueblo y garantice la seguridad en las calles. En resumen, tenemos que generar un discurso diferente al del Gobierno: de acción y de contraste. Cada vez que usted usa las palabras del presidente, él gana.
*Presidente del IRH filial Aguascalientes