El lunes 22 de junio de 2020, Alejandro Moreno, jefe de encuestas de El Financiero, publicó una medición elaborada poco después del discurso que dio el presidente de la República, en el cual habló sobre grandes transformaciones y espetó una dicotomía que, en su interpretación, no admite matiz alguno: o se está a favor de su transformación, o se está en contra.
Al plantear esta disyuntiva en formato de encuesta, se encontró que 37 por ciento de la población apoya la transformación que impulsa el nuevo Gobierno; el mismo porcentaje declara estar en contra de ésta, y 25 por ciento afirma no estar a favor de ninguna posición extrema. La fotografía de una sociedad mayormente polarizada.
Estos resultados confirman, en cierto sentido, lo que ya se sabía: vivimos en una sociedad dividida, políticamente hablando. Sin embargo, ante la pregunta “¿a quién cree que benefician más las decisiones que ha tomado el presidente López Obrador a partir de la crisis del coronavirus?”, 34 por ciento percibe que “a todos por igual”; 21 por ciento, “a los más ricos”; 18 por ciento, “a nadie”; 13 por ciento, “a los más pobres”, y solamente 7 y 6 por ciento, “a las clases bajas” y “a la clase media”, respectivamente. Si sumamos a quienes afirman que las decisiones que se han tomado durante la cuarentena han apoyado “a todos por igual” y “a nadie”, tenemos a más del 50 por ciento de la población percibiendo que no se han aplicado políticas públicas de clase, contra 20 por ciento que considera que la ayuda se ha encontrado mayormente enfocada a “a las clases bajas” y “a los más pobres”.
Desde la campaña electoral hasta la tribuna presidencial, una de las frases más recurrentes ha sido “primero los pobres”. No obstante, en la opinión pública no se percibe que, en efecto, sea la prioridad del Gobierno. Una posible hipótesis que sustente esta percepción podría ser una carencia de apoyo a las clases más bajas, contrario a lo que se afirma continuamente. ¿Otra? Que, si bien existe el apoyo, no está llegando a dicha población.
Si se quiere conocer la verdad, una vía es la transparencia tanto del padrón de beneficiarios como de los movimientos bancarios relativos a los programas sociales. Ésta es la única forma en la cual podemos alzar la voz si la realidad no concuerda con los datos.
Con información de El Financiero.
Fotografía cortesía de Eneas de Troya.