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Encuentran la tumba más antigua de hace 78,000 años

Cerca de la costa de Kenia, vivió un niño hace unos 78.000 años, perteneciente a nuestra misma especie quien murió con apenas tres años. El pequeño fue cuidadosamente enterrado. El descubrimiento de los restos en la actualidad ha permitido clasificar su inhumación como la práctica funeraria de este tipo en el Homo Sapiens más antigua de África.

El hallazgo resulta clave para entender mejor cómo las poblaciones de la cuna de la humanidad se relacionaban con sus seres fallecidos en sus primeras prácticas simbólicas.

El cuidado de los muertos nos hace humanos. “Las prácticas mortuorias y, sobre todo las funerarias, son un reflejo importante de la complejidad de la mente del ser humano”, explicó María Martinón, directora del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), en Burgos. “Aunque alguien se muera, no deja de existir para el grupo y eso es evidencia de la gran conectividad social y simbólica que nos caracteriza”.

Los restos fueron hallados en Panga ya Saidi, una cueva en el litoral keniata. Se trata de un importante yacimiento para el estudio de los orígenes humanos desde el inicio de las excavaciones en el 2010. Siete años después, un equipo extrajo los huesos del niño al que llamaron Mtoto.

Para reconstruir la historia del enterramiento del niño, se llevó a cabo una investigación multidisciplinar coordinada por el Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana, los Museos Nacionales de Kenia y por el CENIEH. Al centro burgalés se trasladó el bloque de tierra con los huesos para su excavación y análisis especializado.

Quienes vivieron con Mtoto, cavaron un orificio en el suelo de la cueva de poco más de 10 centímetros de profundidad donde depositaron el cuerpo del pequeño. No lo dejaron de cualquier manera, sino que fue de una forma muy determinada y planificada.

Los fósiles, hallados a tres metros bajo el suelo, en una capa de estrato que pudieron datar de hace 78.000 años, indican que el niño había sido recostado sobre su lado derecho con las rodillas flexionadas en posición fetal. El cuerpo fue además envuelto con un sudario y su cabeza parece que se apoyó sobre una especie de almohada.

El estudio de las articulaciones permitió conocer que el cuerpo fue enterrado y cubierto por tierra muy poco después de la muerte, otra prueba de la intencionalidad del acto. “Nos encontramos con un esqueleto que conserva la conexión anatómica de prácticamente todas las articulaciones, incluso las inestables o lábiles”, explica Martinón.

Este tipo de uniones, al no tener muchos ligamentos o tendones que las mantengan sujetas, son las primeras que se sueltan cuando un cuerpo empieza a descomponerse. La tierra que cubrió a Mtoto cuando aún no había iniciado la descomposición lo protegió de la desarticulación.

Este enterramiento no es el más antiguo de los humanos modernos descubierto hasta la fecha, pero sí resulta clave para entender las prácticas mortuorias de nuestra especie y de los neandertales. Y es que por el momento solo hay evidencias de comportamientos funerarios y de enterramientos en particular, en estas dos especies, según cuenta Martinón.

Ya se había observado que los sapiens y neandertales de Eurasia enterraban a sus muertos en épocas tan tempranas como hace 120.000 años. “Sorprende este ‘retraso’ de 40 000 años hasta la aparición de este tipo de comportamientos en el continente que se considera la cuna de la modernidad biológica y cultural”, comenta la directora del CENIEH.

Martinón añade que, si bien por ahora se trata de un único ejemplo, “cabe esperar que si hace 78.000 años le dedicaron tanta intención y cuidado a un niño de no más de tres años, pueda haber más casos como el de Mtoto”.

Reconstrucción virtual Jorge González y Elena Santos
Información de La Vanguardia/El Pías
Fotografía de Fernando Fueyo
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