Opinión

Unidad, la fuerza del PRI

Norma Angélica Aceves García*

Primero el plan, luego el hombre

Jesús Reyes Heroles 

 

Al término de la Revolución Mexicana, diversas facciones políticas se enfrascaron en disputas, y así, el conflicto armado y violento, se convirtió en el mecanismo de transición del poder, lo que dio como consecuencia periodos de anarquía y conflagraciones armadas, que estuvieron a punto de derrumbar el proyecto revolucionario de progreso y desarrollo social. 

 La visión de los forjadores de nuestro partido, en particular de los generales Plutarco Elías Calles y Lázaro Cárdenas del Río, le dio un cause institucional a la resolución de las naturales diferencias entre los grupos políticos, para que la transición del poder se llevara a cabo bajo reglas claras y definidas. 

Lo cual permitió definir un proyecto de país, que le dio a México prosperidad, estabilidad económica y la apertura a la modernidad en el siglo pasado, convirtiendo a nuestra nación en contemporánea a las causas mundiales y transformando un pueblo empobrecido por el conflicto armado, en una sociedad con cobertura en derechos económicos y civiles, como el voto universal, la educación pública y el sistema de seguridad social más importante de América Latina. 

Pero al interior del Partido Revolucionario Institucional, esta visión de trascendencia política no solo le permitió ser el heredero del horizonte revolucionario, sino también el motor político de cambio; la formación de cuadros al interior del partido modernizó el debate y la participación en asuntos públicos en México, creando una nueva generación de políticos que reemplazó el conflicto armado y violento por el diálogo y el consenso como herramientas de construcción del espacio que compartimos, esa transición es lo que defino como la cualidad “institucional” del PRI. 

La cualidad “institucional” de nuestro partido, tiene dos vertientes, la primera en transformar al país, de una autarquía de hombres hacia una democracia de instituciones y la segunda en darle cauce a las aspiraciones legítimas de participación política de sectores y organizaciones sociales a través de reglas institucionales para el acceso a los puestos públicos emanados sufragio efectivo y a los espacios de dirigencia resultado de la voluntad militante. 

La cualidad institucional del PRI, es su fortaleza y en ella radica su unidad, porque permite reglas claras donde los militantes tienen espacios de crecimiento y formación política de acuerdo a su talento, sin que la fuerza y la violencia sean los mecanismo para la toma decisiones, tal como lo cita el espíritu constitucional del artículo 9º, donde se enfatiza que “ninguna reunión armada puede deliberar”.  

El reconocimiento de la pluralidad democrática del PRI, radica en el reconocimiento de múltiples expresiones políticas, que se reflejan más allá de los sectores y organizaciones, un ejemplo es la participación política de las personas con discapacidad, que a pesar de ser un grupo minoritario y escasamente empoderado en la sociedad ha encontrado en el partido, un espacio de real participación en los asuntos públicos. 

Sin embargo, en los últimos días nuestra sede nacional ha sido invadida en su perímetro exterior por personas que se identifican como militantes y manifiestan su exigencia por la renuncia de la dirigencia actual; usando la fuerza, la coerción y la violencia contra los propios militantes como medios para conseguir sus objetivos. 

Esta acción, no es propia de la cualidad institucional de nuestro partido, independientemente de la dirigencia en turno, y sobre todo ante un comité ejecutivo nacional que ha pugnado por la democracia interna desde su elección misma. Se puede estar en desacuerdo y tener otra visión o alternativa sobre el rumbo del partido e incluso hacer calificaciones distintas sobre los resultados electorales. 

Pero el uso de la fuerza y la coerción como mecanismos de acceso al poder, perjudican al partido, más que a las personas, pareciera temerario afirmar que este es el fin de su protesta; pero aunque este resultado, se busque de manera inconsciente, es importante no desistir de la vía institucional. Esto significa rechazar cualquier camino ajeno al diálogo y el consenso-.

Es por ello, que desde este espacio, reitero mi decisión de apoyar a la dirigencia actual, quien ha realizado de manera puntual todas las tareas que por estatutos se les han encomendado y que nunca han rechazado el diálogo y el consenso como los mecanismos para desarrollar su tarea; de igual forma rechazo cualquier intento de sabotaje, porque esto afecta directamente al partido y su militancia, a su historia y su vocación democrática, pero sobre todo porque concluyo que esta protesta sopesa mucho más los intereses personales que el interés nacional, ante tiempos de incertidumbre. 

El país esta convulsionado por un mal gobierno, ineficiente, autoritario y falaz; que no atiende cualquier principio democrático y que en el insulto y la polarización encuentra cauce para comunicar su proyecto de país. Es por ello que el PRI tiene en sus manos responsabilidad histórica de recuperar las instituciones y la paz social, de convocar a la unidad nacional y construir un proyecto incluyente y diverso, a través del diálogo y el consenso con otras fuerzas políticas, como sucedió en la reciente elección al formar una alianza tripartita. 

Así cualquier intento de socavar la imagen y la dirigencia del PRI, repercute en la vida nacional y puede traducirse como una traición misma a la democracia, a la aspiración misma de miles de militantes y simpatizantes para encontrar un camino seguro de participación política y sobre todo a la necesidad de recuperar todo lo que hemos perdido, a partir de 2019. 

Por ello, este acto violento y arbitrario, no ha tenido ningún eco en la vida partidaria y no ha conseguido detener los trabajos de miles de priistas en el territorio nacional, quienes están convencidos en el proyecto de país que necesitamos y por ello han respaldado a su dirigencia. 

Equivocadas las voces quienes pretenden equiparar a este hecho violento como una revuelta al interior del partido, nada más alejado de la realidad, dado que la militancia en su conjunto ha respaldado el trabajo de la dirigencia. Los verdaderos priistas saben que en estas horas aciagas de la vida política del país, hay que arremangarse la camisa, ensuciarse los zapatos con el polvo del camino y recorrer cada colonia para lograr el cambio que todos queremos a través de la vía democrática.  

No son los verdaderos priistas quienes usando el amago y la violencia pretenden cambiar el país; no se puede ocupar un espacio usando la fuerza, cuando no se ha ganado en los méritos y en la vida partidaria. No hay proyecto alguno, que sea incluyente y próspero cuando se violentan los principios de convivencia democrática. No existe posibilidad de un crecimiento personal sin el crecimiento del partido. 

El buen priista entiende que en la aritmética política, la única operación válida es la suma, que aquellos que solo pretenden ensalzar su proyecto personal solo restan y que los que desdeñan la vía institucional dividen. 

La unidad de nuestro partido es nuestra fuerza, la herencia revolucionaria es nuestro horizonte y la recuperación de la vida democrática de México nuestro destino. 

¡Así sea!

 

 

*Secretaria de Atención a Personas con Discapacidad del CEN del PRI  y Diputada Federal Electa

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