Una gran parte de fósiles encontrados en Brasil, lastimosamente son vendidos y exportados ilegalmente a Europa y EE UU. En los últimos años, las autoridades han querido combatir este expolio y, en 2013, la Policía Federal entregó a la Universidad de São Paulo 3.000 muestras incautadas en una redada contra este tráfico de fósiles, para su análisis y catalogación. La sorpresa de los investigadores fue mayúscula cuando descubrieron un ejemplar completo de Tupandactylus navigans, una especie de reptil volador del Cretácico (hace entre 145 y 66 millones de años). Hasta el momento, las muestras que habían encontrado únicamente permitían conocer detalles sobre el cráneo de estos animales.
El Tupandactylus navigans, pertenece a la familia de los tapejáridos, un subgrupo de los pterosaurios. Estos reptiles voladores pertenecen al Cretácico Temprano y se caracterizan por tener unas enormes crestas. En Brasil, sus fósiles son abundantes, pero la mayoría son solo calaveras, lo que dificultaba el estudio en profundidad de este grupo. Sin embargo, el ejemplar encontrado tras esta redada está en muy buen estado de conservación. Según cuenta por correo electrónico Victor Beccari, investigador de la Universidad de São Paulo y uno de los autores del estudio, el individuo cuenta con “más del 90% de su esqueleto y restos del tejido blando de la cresta de la cabeza y de un pico de queratina, similar al que tienen las aves actuales”.
El fósil se encuentra repartido en seis grandes piedras cortadas a propósito y que encajan perfectamente entre sí. Esta división tiene la misma forma que se utiliza en las canteras de la Formación Crato, una zona muy rica en sedimentos fósiles en la que conviven las explotaciones comerciales y paleontológicas. En este caso, las piedras posiblemente fueran cortadas para ser vendidas para la construcción, hasta que se percataron de la presencia de este fósil. Además, las características de las rocas confiscadas se corresponden con los lechos de caliza de la zona, lo que lleva a los investigadores a situar en la región su origen. Aun así, los expertos creen que será muy difícil encontrar la localización exacta. Esta área es conocida por la gran cantidad de restos fósiles encontrados en los últimos años, con un nivel de conservación altísimo gracias a los materiales de la zona.
Medía más de 2,5 metros de envergadura (de punta de un ala hasta la otra) y hasta un metro de alto, aunque casi la mitad de la altura correspondía a la cresta. Con estas proporciones, sumadas a un cuello largo, los investigadores sospechan que el animal no podía volar grandes distancias. “El esqueleto muestra diferentes adaptaciones para tener un despegue poderoso, que el animal podría haber utilizado para huir rápidamente de los depredadores”, asegura Beccari. De este modo, el Tupandactylus se vería empujado a realizar la mayor parte de su día a día en tierra firme. “Eso significa que este animal podría alimentarse de material vegetal duro, como semillas, piñas o frutos duros”, considera el investigador.
Francisco Ortega, paleontólogo de la Facultad de Ciencias de la UNED, considera que el nivel de conservación permitirá conocer a fondo esta especie y algunos grupos próximos. “Este descubrimiento hace que dentro de los tapejáridos se introduzca un elemento enormemente bien conocido, que te permite interpretar elementos que no están tan bien preservados de [grupos de] alrededor”, asegura. “Es como una onda de información que afecta a todos sus vecinos y entonces nos permite mejorar mucho la comprensión de un grupo concreto”, remata.
Jesús Marugán, profesor de la Unidad de Paleontología de la Universidad Autónoma de Madrid, destaca la “excepcional” calidad de preservación y considera que puede ayudar “a conocer detalles de la biología profunda de esos fósiles que de otra manera no conoceríamos”. “No me extrañaría, aunque no han dicho nada, que pudieran adentrarse en el sistema nervioso central, en el cerebro”, aventura el experto. Como curiosidad, este ejemplar es un pariente muy cercano del Europejara olcadesorum, una especie cuyos restos se han encontrado en el yacimiento de Las Hoyas, en Cuenca (Castilla-La Mancha).
Futuras pruebas permitirán al equipo de Beccari conocer más detalles sobre la especie y confirmar muchas de sus sospechas. “Se utilizará un análisis 3D del cráneo para estimar la fuerza de mordida y entender qué tipo de alimentación tenía. El modelo 3D del cuerpo puede ayudarnos en un estudio aerodinámico más preciso para probar nuestra hipótesis sobre las capacidades de vuelo de este animal. Además, el tejido blando de la cresta ya está siendo estudiado para entender su conservación e incluso quizás su coloración. La idea es utilizar luz ultravioleta para ver si hay algún patrón de color en la cresta”, enumera.
Imagen del fósil completo del ‘Tupandactylus navigans’.
Información: El País
Fotografía: Recreación por ordenador de un
‘Tupandactylus navigans’.