La falta de recursos para atender las necesidades sociales ha generado una diversidad de reclamos por la ineficacia y la ineficiencia de los gobiernos. Ante ello, la población ha concebido el mecanismo de presión social como la forma para dar cause a sus peticiones, aunque algunos gobiernos encontraron también en este mecanismo una forma de gobernar: atender sólo a quien se queja.
Como consecuencia de ello, la presión social se legitimó como un mecanismo para intensificar la búsqueda de soluciones a las necesidades sociales. Sin embargo, en el afán de evitar mayor presión, las respuestas de algunos gobiernos han sido impulsivas, generando medidas erróneas o parcialmente acertadas y, en muchas ocasiones, dependientes de la magnitud del reclamo.
Para la sociedad, entonces, la participación ciudadana presenta desgaste, ha perdido credibilidad y genera cuestionamientos. Por un lado, reconoce que la única forma de ser escuchada es generando un reclamo social; por otro, a pesar de ello, sabe que la atención y propuesta de soluciones a ese reclamo serán, en el mejor de los casos, parciales y dependerán de la capacidad del grupo que reclama. Entonces, ¿para qué participar y generar un reclamo social, si la solución no lo atenderá de la mejor manera?
Como ciudadanas y ciudadanos en México, debemos entender que los asuntos públicos del país, desde lo local hasta lo nacional, nos afectan a todas y todos. Y, más allá de ideologías y visiones de gobierno, debemos interesarnos por incidir en la política y la política pública de nuestra comunidad, de nuestro municipio, de nuestro estado y de México.
Una posibilidad es participar activamente para generar los contrapesos necesarios al gobierno. Entender y promover que desde lo local existen mecanismos de participación, directa o indirecta, como los cabildos abiertos, el presupuesto participativo, entre otros. Participemos en todo momento para evitar que, quienes tomen las decisiones, lo hagan como respuesta a un reclamo y no olviden que deben hacerlo pensando en todas y todos los ciudadanos.
Desde la elección de órganos auxiliares, como los consejos de participación ciudadana, la participación a través de partidos políticos o con organizaciones de la sociedad civil es sana, siempre y cuando se busque el beneficio social. Nuestro compromiso con los asuntos públicos debe ser mayor que nuestro pesimismo sobre la posibilidad de que nuestros intereses no sean representados.
Cuando entendamos que se pueden romper inercias y que nuestra participación en la vida política del país vale la pena, es cuando lograremos que las soluciones a nuestros problemas sean las más adecuadas y eficientes. Debemos intentarlo desde nuestra comunidad. Comencemos generando soluciones e invitando a nuestras vecinas y vecinos a sumarse a nuestras acciones.
Participemos para que las actividades políticas y de interés público estén alineadas a los verdaderos intereses sociales. Vigilemos que quienes nos representen sepan nuestras necesidades todo el tiempo, que conozcan de nuestras propuestas y que nos busquen para trabajar en conjunto.
Los problemas públicos los padece la comunidad, por lo que la comunidad debe ser tomada en cuenta para resolverlos, sin simulaciones ni enredos. Si logramos pasar del reclamo social, a la participación ciudadana activa en nuestra comunidad, estaremos resolviendo los retos que nos aquejan hoy día y contaremos con mejores gobiernos, eficaces y eficientes.
*Militante