Opinión

Te lo dije

Anahí Benítez Sánchez*

Parece que fue ayer cuando surgió la necesidad de tener bases confiables que dieran certeza y legalidad a las elecciones, y es que fue en 1977 cuando México inició la transición hacia una vida democrática con la instauración de sistema moderno de partidos políticos. Después de las elecciones de 1988, era urgente contar con una institución confiable que garantizara una contienda electoral justa; por ello, el 14 de julio de 1990, la Cámara de Diputados aprobó el cambio más importante y significativo para nuestra vida democrática: el Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales —y, con ello, la creación de Instituto Federal Electoral.

Era más que evidente: nuestro país estaba atravesando por cambios sumamente importantes y la figura de un sistema de partido hegemónico ya no configuraba con la realidad. México se aceleraba en materia económica y social; nuestra vida democrática no podía quedarse atrás.

Veintiocho años después y una confianza más que ganada durante dicho periodo, el hoy Instituto Nacional Electoral realizó la gran labor de llevar a cabo la elecciones presidenciales: tres de los principales partidos políticos en México esperaban los resultados y el eterno candidato, que por 18 años había buscado la presidencia de México, lo había logrado: con los resultados en manos del presidente de la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, y sin impugnaciones ni demandas relevantes, se le entregó la constancia que lo acreditaba como Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos. Sorprendentemente, no hubo queja alguna en contra del INE, cuando en años anteriores llamó a la ciudadanía a desconfiar de las instituciones. ¿Será tal vez porque los resultados le favorecieron y no tenía nada que agregar?

El próximo año será, en términos electorales, sumamente complejo: además de que se tendrá un padrón electoral nunca antes visto (de acuerdo con cifras del INE, serán 96 millones de electores), se disputarán más de tres mil cargos, incluyendo las 15 gubernaturas.

El INE será quien vuelva a organizar y ejecutar las elecciones y que no quepa duda: el PRI llegará con la frente en alto, en un escenario muy competitivo y dispuesto a dar todo para ganar. Ante los nulos resultados que ha tenido el gobierno de MORENA, el escenario es más que claro: perderá los espacios y que no nos extrañe que, al materializarse las consecuencias de su propio desempeño, le eche la culpa a quien por 30 años ha demostrado legalidad, neutralidad y —lo más importante— confianza. Somos la ciudadanía quienes estamos obligados a defender lo que por años nos ha costado construir: un instituto electoral imparcial y eficiente.

Lo más preciado de nuestras elecciones es que somos nosotros quienes, en el día de la jornada electoral, recibimos los votos y damos certeza y legalidad del ejercicio democrático.  No desconfiemos de nuestro trabajo; no esperemos la típica frase “te lo dije” para saber que eso ocurrirá: MORENA perderá escaños, consecuencia de su nulo trabajo y conocimiento hacia México. Defendamos a México y sus instituciones, pero —sobre todo— defendamos la democracia.

 

*Secretaria Técnica de Atención para Estados en Oposición

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