Las vacunas son poderosas intervenciones médicas que inducen poderosas reacciones biológicas, sociales y culturales.
Stern & Markel
Las campañas de vacunación a lo largo de la historia se han desarrollado en diferentes contextos culturales, ideológicos, religiosos, económicos, incluso emocionales. También se desenvuelven en marcos que evocan las garantías individuales para quienes no creen en ellas; y al ámbito del bien público, la civilidad, el deber social, para quienes participan en pro del cuidado general de la salud. De igual manera los ambientes sociopolíticos y la comunicación política son elementos que influyen en el hecho de que el ser humano busque sentirse a salvaguarda de las enfermedades como hoy sucede ante el COVID-19 y algunas otras enfermedades como el ébola o el VIH.
La posibilidad de la generación de una vacuna que brinde inmunidad al SARS-COV-2 tiene a todo el planeta (que ha perdido cerca de un millón de vidas), a la economía cuyo deterioro supera trillones de dólares en pérdidas, y a los gobiernos, a la expectativa -y compitiendo entre sí o haciendo acuerdos- para poder brindar al ser humano el retorno a una normalidad que no sabemos si regresará. En este escenario, en el que hay cerca de 100 esfuerzos a nivel global por lograr la vacuna (Council on Foreign Relations), hay procesos que no se detienen como ha ocurrido a la gran generalidad de las actividades económicas; entre ellas: las elecciones. Eso implica que la vacunación contra el COVID-19 sea también un gran elemento de estrategia política.
Lo anterior convierte al hallazgo de una vacuna, por su repercusión en la salud pública y en la posibilidad de la reactivación económica, en un gran botín político; capaz de revivir gobiernos que en la normalidad estaban destinados a un futuro desfavorable. Hacer que la atención pública se centre en la dimensión de dicho logro científico de alta rentabilidad política es una cuestión de competencia entre potencias y de enfoque electoral en la política interna de las naciones. Veamos algunos ejemplos:
Rusia, China, Estados Unidos, Reino Unido, la Unión Europea, han hecho un gran despliegue de sus capacidades científicas, haciendo alianzas con las más importantes compañías globales farmacéuticas y Universidades. El presidente Donald Trump ha referido que muy probablemente antes de noviembre y de las elecciones presidenciales se pueda contar con una fórmula de vacuna. Previamente, el presidente Vladimir Putin, quien se encuentra realizando ajustes al sistema político ruso para poder extender su gobierno hasta el 2030, lanzó una gran campaña global de que Rusia ya había encontrado la vacuna a la que llamó Sputnik. Por su parte, China, recientemente ha desplegado mensajes victoriosos mostrando la efectividad de su sistema de salud en el combate a la propagación de la pandemia. Richard Haass lo llama el nacionalismo de las vacunas.
México ha estado vinculándose con estas potencias para asegurar el acceso a la vacuna, una vez que ésta haya sido probada. Cuando ese día llegue el gobierno y su partido tendrán en sus manos la herramienta más vital para refrendar simpatías a su régimen. La Organización Mundial de la Salud ha expresado que la vacuna tendrá acceso masivo en el 2022; las grandes potencias se han propuesto el final del presente 2020, algunos otros analistas refieren que será durante el primer semestre de 2021. El 6 de junio de 2021 en México se disputarán los 500 espacios del Congreso de la Unión, 15 gubernaturas, congresos locales y alcaldías en 30 entidades federativas, entre algunos cargos más.
La vacuna contra el COVID-19 sin duda tiene dimensiones de gran esperanza económica y sanitaria; pero también es la gran panacea para los gobiernos que buscan refrendarse en el poder. Los ciudadanos debemos estar atentos a que no se utilice políticamente este ansiado logro científico. El acceso a una vacuna universal adquirida con dinero público debe estar siempre exento de toda mediatización electoral y política.
*Presidente del IRH Filial Quintana Roo
