Opinión

Programas sociales: ¿bienestar o desarrollo?

Norma Angélica Aceves García *

“[El desarrollo es] un proceso de expansión
de las capacidades que disfrutan los individuos.”

Amartya Sen

Quizás las acciones emblemáticas de la actual administración son los programas sociales de transferencias directas: las Pensiones a Adultos Mayores de 68 años; a niñas, niños y adolescentes con discapacidad hasta los 29 años; las becas para estudiantes de educación básica y media superior, y el programa Jóvenes construyendo el futuro. Todos ellos, diseñados para entregar recursos económicos a diferentes grupos sociales con la intención de reducir sus índices de pobreza.

Pero, ¿acaso estos programas van a reducir la pobreza de la población? En primer término, pareciera que la transferencia de recursos podría contribuir a la reducción de las carencias sociales enmarcados por CONEVAL: rezago educativo, carencia por vivienda y servicios básicos (electricidad, agua potable, drenaje y piso firme), acceso a la salud y la seguridad social, y garantía de alimentación, además de elevar el ingreso por encima de la línea de bienestar mínimo.

A excepción de Jóvenes construyendo o escribiendo el futuro, que dicho aparte tiene temporalidad de un año o hasta la conclusión de la educación superior, ninguno de los demás programas, otorgan un ingreso por encima de la línea de bienestar mínimo: 1,169 pesos en zonas rurales y 1,637 pesos en zonas urbanas. Es decir, por sí mismas, las transferencias económicas no elevan el ingreso por encima de la línea de bienestar mínimo —lo necesario para comprar la canasta básica alimentaria.

Más aún, la capacidad de gestión del Gobierno federal ha disminuido los presupuestos para la construcción de infraestructura o de fortalecimiento al desarrollo económico, principalmente a las PyMes, que conforman 3 de cada 4 unidades económicas y mantienen 7 de cada 10 empleos formales. Prueba de ello es que en 2019 sólo se crearon 342 mil empleos formales, la menor cifra en la última década, los cuales ante la crisis del Covid-19 ya se han perdido. En suma, esto ha generado una contracción económica del PIB del -0.01%. Por lo tanto, podemos deducir que los programas sociales no generan desarrollo económico, por más que se insista que aumentan el consumo y —por ende— aceleran el ciclo de la economía.

Ahora bien, la construcción de una sociedad más igualitaria requiere, como lo afirma Amartya Sen, el aumento de las capacidades. Podría pensarse que las becas a estudiantes de todos los niveles tendrían un efecto positivo, sin embargo, sin el fortalecimiento de sistema educativo nacional, con un compromiso progresivo por la calidad, la educación pública no brindará habilidades y conocimientos necesarios para insertarse en la sociedad global, cada vez más competitiva.

Por otra parte, Jóvenes construyendo el futuro proyecta el aprendizaje de oficios o la adquisición de experiencia para jóvenes desempleados, para que después puedan integrarse al mercado laboral; no obstante, ante la caída del empleo derivado de la desaceleración del ciclo económico, difícilmente podrán encontrar un empleo estable, más aún si ante las consecuencias económicas de la epidemia de Covid-19, las PyMes serán las más afectadas.

En el tema de las Pensiones para el Bienestar para las personas con discapacidad, se observa una visión asistencial que considera que “el problema de la discapacidad”, está en la persona, no en el entorno. A excepción del FOTRADIS, no existe otro programa enfocado a crear, adaptar o conservar un entorno accesible; sin el cual, las 8 millones de personas con discapacidad no podrán acceder a sus derechos humanos y apropiarse de habilidades y conocimientos para participar en la vida pública, obtener un empleo formal, concluir la educación superior o abrir una empresa propia. Sirva como ejemplo el término “pensión”, que denota al programa, dado que para el gobierno las personas con discapacidad son un grupo que debe recibir apoyo, ante su incapacidad para desarrollar una actividad productiva formal.

En suma, los programas sociales de la actual administración son paliativos, en cuanto plantean la reducción de la pobreza y las carencias sociales, y mucho más si se refieren al aumento de las capacidades de los individuos. Si bien es cierto, benefician a las personas para la adquisición inmediata de bienes de consumo, tales como alimentos o medicinas, pero no les permiten desarrollar capacidades para poder obtener estos benefactores por sí mismos, lo cual los mantendrá dependientes de estas transferencias que, aunque están reconocidas ya en la Constitución, requieren del aumento de los ingresos públicos para fondear sus recursos, algo que se vislumbra difícil en el futuro próximo.

Es necesario invertir en educación de calidad, salud, vivienda y servicios públicos, reforzar la cobertura de acceso a la alimentación y todo ello bajo el principio de accesibilidad. Sin ello, los programas sociales podrán generar un bienestar inmediato, pero no un desarrollo sostenible.

* Secretaria de Atención a Personas con Discapacidad

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