Es indudable que la contingencia que ocasionó el Covid-19 llegó a cambiar para siempre la vida tal y como hasta hace unos meses la conocíamos. Desde la manera en que se puso a prueba la efectividad de las reuniones de trabajo virtuales, pasando por la educación a distancia, hasta llegar a la consolidación del comercio electrónico. Pero también evidenció la precariedad del sistema de salud y la pésima reacción del Gobierno para prevenir y solventar los efectos devastadores en la economía, lo cual vislumbra un incremento sustancial en la cantidad de personas que ahora se suman a las cifras de pobreza.
¿Se podía prevenir la tragedia que se avecinaba para tener una mejor estrategia de reacción? No se podía evitar, pero claro que se podía prevenir y actuar en consecuencia. El brote de enfermedad por coronavirus (Covid-19) fue notificado por primera vez en Wuhan, China, el 31 de diciembre de 2019; en México se reconoció el primer infectado con el virus el 27 de febrero de 2020 —¡dos meses después!—, tiempo suficiente para tomar en serio la pandemia, ya que a principios de marzo la mala reacción de Italia permitió que la cantidad creciera de manera exponencial, lo que nos daba una alerta de que se trataba de un virus de alto contagio que era imposible evitar, pero sí nos situaba en posición de prepararnos para lo ineludible y salir bien librados.
Se tuvo el tiempo suficiente para hacer una extensa campaña preventiva, comprar los ventiladores necesarios para el tratamiento, robustecer el sistema hospitalario, endurecer el acceso en las fronteras e implementar las medidas necesarias que amortiguaran el impacto económico. Lo cierto es que el Covid-19 no es particular de México, sino un fenómeno mundial; sin embargo, la tasa de contagios es diferente en todas partes: la diferencia radica en la seriedad con la cual se tomaron la pandemia, algunos con ocurrencias y otros con estrategia.
En México (guardando toda proporción) las pandemias no son nuevas. El virus de la influenza A-H1N1 tuvo su origen en nuestro país, específicamente en el estado de Veracruz, y generó aproximadamente 60.8 millones de casos alrededor del mundo. En toda la República se registraron, hasta abril de 2010 (durante todo un año), 70 mil 715 casos de contagios y mil 172 muertes confirmadas a causa del A-H1N1. En comparación, el Covid-19 ha causado 68 mil 620 casos de contagios y 7 mil 394 decesos en México hasta el 25 de mayo, solamente tres meses de su aparición, según información de la OMS.
La reacción inmediata que se tuvo en 2009 marcó gran diferencia. Se realizaron acciones con puntual a pego al Plan Nacional de Preparación y Respuesta ante una Pandemia, que el Comité Nacional para la Seguridad en Salud de México elaboró en 1992. La colaboración internacional en el control de pandemias fue crítica; México actuó estrechamente con organizaciones internacionales en la validación de las pruebas de laboratorio y los análisis epidemiológicos concernientes al brote
Sin embagro, la manera en que está afectando la actual pandemia a nuestro país es desoladora y reclama de acciones inmediatas: miles de mexicanos se han quedado sin empleo, el comercio se ha visto afectado en algunos casos con consecuencias irreversibles y una generación de nuevos pobres se está gestando. Entretanto, pareciera que el Gobierno no muestra empatía con la población: se pretende desaparecer el Fondo para Desastres Naturales (FONDEN), implementar nuevos impuestos para plataformas digitales y desestimar la propuesta de condonación fiscal que aliviaría parcialmente los bolsillos de los mexicanos.
La situación demanda convocar a un gran pacto de unidad nacional. México tiene propuestas sobre la mesa; el Partido Revolucionario Institucional, a través de su dirigente nacional, Alejandro Moreno Cárdenas, ha propuesto un plan de rescate inmediato que incluye un Programa de Empleo Temporal con el cual se le pagaría a la población tres mil pesos mensuales por mantenerse en confinamiento voluntario en su domicilio. Asimismo, también propone ampliar a cuatro meses el Programa de Adultos Mayores; otorgar la cantidad de cinco mil pesos a las familias con pacientes de Covid-19; brindar apoyos económicos para fomentar la liquidez de las empresas; generar programas emergentes para apoyar a productores y campesinos; aplazar por seis meses el pago de las cuotas obrero-patronales sin ningún interés; diferir el pago provisional del Impuesto Sobre la Renta y el Impuesto al Valor Agregado durante tres meses para apoyar a las pequeñas y medianas empresas; eliminar el cobro de la energía eléctrica por los próximos cuatro meses; posponer por tres meses el cobro de los derechos de agua y evitar el corte del suministro por falta de pago; otorgar un bono de riesgo a todo el personal de salud y voluntarios que se encuentren atendiendo la contingencia; implementar un programa de pruebas masivas para detectar el coronavirus; comenzar inmediatamente la fabricación de ventiladores mecánicos; duplicar el presupuesto asignado a la prevención de la violencia de género, y establecer acciones precisas para reducir la violencia intrafamiliar, entre muchas otras.
Éstas son algunas de las propuestas que se tienen sobre la mesa para procurar una recuperación más efectiva cuando termine la pandemia. No obstante, la pregunta persiste: ¿qué sigue después del Covid-19? La respuesta radicará en las acciones de gobierno: si acepta las propuestas que se han planteado, anteponiendo el bienestar de la población, o continúa privilegiando los intereses políticos y de grupo.
*Presidente del IRH filial Campeche