Opinión

La política anacrónica

Joel Abraham Blas Ramos*

Transitar de ser el partido gobernante, a uno de oposición, nunca será fácil en ningún nivel. Los ejemplos han ocurrido en distintas ocasiones; a nosotros, en el 2000 (cuando ingresó el PAN al poder) y en el 2018 (con el ascenso de Morena a la presidencia y su mayoría legislativa). Valdría la pena recordar qué le ocurrió en esos momentos a nuestro partido: escenas tan dolorosas como gente saliendo de nuestras instalaciones con computadoras, muebles y hasta sillas.

¿Qué sucedió en los estados? El partido fue secuestrado por el grupo en el poder; haciendo negociaciones con los gobernadores en turno; buscando privilegios y no el desarrollo de la sociedad —mucho menos de la propia base—, y cambiando sectores y organizaciones sin respetar nuestras normas internas… todo esto hace ya veinte años. ¿El desenlace? La pérdida del poder en muchos estados de la República.

No había quien pudiera hacer un torniquete a esa herida priista.

Después, bajo liderazgos de trabajo de empuje —en tierra— comenzamos a recuperar terreno. No tengamos miedo de señalarlos: Beatriz Paredes, César Camacho, Manlio Fabio Beltrones, expresidentes de nuestro instituto político que imprimieron un sello de trabajo y unidad; de no importar los grupos, sino buscar el bienestar del partido. ¿Qué ocurrió? Ganamos la presidencia en 2012.

Lamentables algunas decisiones. Por ejemplo, cuando la sana distancia entre el partido y la presidencia se volvió una peligrosa cercanía; sin una comunicación eficiente desde la presidencia del CEN ni la intervención constante de nuestros sectores. En ese momento entendí la debacle que nos esperaba en las urnas…. Aunque se trató de enderezar el barco, ya era demasiado tarde.

Al perder en 2018, sin presidente, no aprendimos la lección: los grupos empezaron a pelear por arrebatarse el partido, buscando la imposición, sin consenso, bajo las líneas y sin hacer política… Con el peligro latente de perder aún más la base priista —tan lastimada en la elección—, llegó nuestro actual dirigente nacional, Alejandro Moreno Cárdenas, en una elección interna que logró reunirla nuevamente. Desde entonces, su trabajo ha sido prueba innegable de su interés por rescatar la fuerza priista.

Pero… ¿y qué está sucediendo a nivel estatal? Nuestros estados deben ser un espejo del trabajo a nivel nacional: con dialogo e integración, permitiendo participar sin importar los grupos políticos a que pertenezcan, respetando nuestros estatutos y sancionando a quienes violen nuestra norma interna. Aunque en muchos estados esto esté pasando, cuyo resultado se verá en las urnas, en otros tristemente falta mucho por hacer.

No temamos la crítica ni el disenso; la unidad no significa uniformidad. Busquemos mejorar lo que se tenga que mejorar y utilicemos nuestras instituciones partidistas; somos de los pocos partidos políticos donde existe un Comité de Ética, Protección a la Militancia y Justicia Partidaria. En resumen, demostremos que somos un partido político: hagamos política.

 

*Presidente del IRH filial Baja California

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