Hace 100 años inició en Estados Unidos una época de expansión económica y sofisticación de la sociedad, respaldada en constantes procesos de innovación en los sistemas de producción y en la industria, que trajo consigo una enorme oferta de empleos, acompañada de una popularizada expansión del crédito y de una política fiscal de circunstancias propias de la época, como petróleo abundante y barato de extraer, procesar y distribuir, en un país que se estaba ganando en el mundo la reputación de potencia económica y política.
Esta historia de prosperidad y bonanza económica se terminó en el famoso crack bursátil de 1929, el cual dio inicio a una crisis económica que se prolongó durante casi una década, y que conocemos como la Gran Depresión; momento histórico en el cual 25% de la población estadounidense quedó desempleada.
Muchos economistas e historiadores han afirmado que la Gran Depresión derivó de una serie de factores entre los que destacan los excesos de los resultados económicos acompañados de una laxa regulación financiera y una importante expansión crediticia, pero, sobre todo, de la falta de intervención gubernamental para subsanar la situación económica por la cual atravesaban indistintamente corporaciones bancarias, industria y personas de todos los estratos sociales. Y mientras el casi recién electo gobierno del presidente Herbert Hoover trataba de explicar los motivos de la crisis, la economía se contraía en promedio (-)10% año con año.
En medio del caos económico y social llegaron las elecciones presidenciales de 1932, y con éstas, las promesas del candidato demócrata Franklin D. Roosevelt de implementar un Nuevo Trato, un New Deal, para la Nación Estadounidense. En los hechos fue tanto un recurso retórico y simbólico, como un conjunto de políticas y legislaciones orientadas a la recuperación económica por medio de un ambicioso plan para llevar a cabo una profunda restructuración del Estado.
Este proyecto político, económico y social sacó a los Estados Unidos de la depresión económica por medio de la intervención gubernamental en obras públicas de alto valor agregado, tales como la generación de nuevas fuentes de energía, al crear la Tennessee Valley Authority, en 1933, o la promulgación de la Ley de Rescate Industrial Nacional y la Ley de Ajuste Agrícola, además de una mayor supervisión y regulación en la actividades financieras, crediticias y bursátiles, creándose instituciones como la Comisión Federal de Seguros de Depósitos (Institución análoga al IPAB México fundada en 1999) y la Comisión de Bolsa y Valores.
De las lecciones que nos dejó la Gran Depresión, queda claro que la sociedad de hoy requiere una reconfiguración política, económica y social profunda y sostenible. El siglo XXI ya está pasando por una gran recesión, y a veinte años del nuevo milenio debemos apostar como sociedad y como gobierno a configurar una versión actual del New Deal para que vivamos una nueva Belle Époque.
*Secretario de Organización del IRH filial Michoacán